martes, 26 de junio de 2007

He tenido el blog totalmente abandonado durante dos meses. Y hoy no vengo tampoco a dar buenas noticias, sino a dar otra vuelta de tuerca a un tema que ocupa a todo el mundo y no solo a adolescentes: las apariencias.

Pero esto no es un ensayo sobre aparentar, escribo sobre mi mismo, y algo que me pasa desde hace algunos años y que tal vez a algunos les puede interesar.

Desde hace como 5 o 6 años me gusta aprender, llegar a ser realmente inteligente y sabio. No la etiqueta, sino saber de todo excepto de noticias del corazón y "saber vivir", es decir, tomar siempre la mejor decisión y aconsejar siempre lo mejor según mi escala de valores.

De manera natural despertó en mí aprender de otros y de mi mismo, gracias a Dios no fue algo forzado. Proverbios y Eclesiastés se convirtieron en mis libros favoritos, me flipaba la manera de contestar de Jesús, el "Arte de la Guerra" de Sun Tzu y "El Príncipe" de Maquiavelo no han abandonado mi pila de libros favoritos. Si surje un tema de conversación con amigos o simplemente veo algo en el tren o por la calle, me salta automáticamente a la mente una frase de este tipo que, a veces digo, a veces no.

No solo en frases, empecé a controlar un poco lo que hablo, intentar hablar cuando debo hablar y callar cuando no merece la pena. Tenía y tengo mis valores muy claros que si replanteo es sólo de manera personal y no permito que disputas me desestabilicen. Para bien o para mal tengo algo que llamo "orgullo mínimo": es una especie de vena existencialista, pienso que no soy absolutamente nada en el mundo y que todo seguiría igual si yo no existiese; esa idea compensa mi orgullo ya que, aunque no sea nada en el mundo, soy mi mundo, tengo cierto desprecio a todo en general. Creo que este pensamiento se resume en "no te odio a ti, simplemente odio tu actitud".

Bien, me voy por las ramas. Lo gracioso de todo esto es que esta mentalidad, filosofía o como quieras llamarlo ha provocado que bastantes personas me consideren una persona inteligente, sobre todo familiares y algunos amigos.
Es decir, un control de mi comportamiento y expresión de mi ser, de manera involuntaria, ha provocado que se piense de mi lo que no soy.

No soy un sabio, mis decisiones provocan más cagadas de las que nadie imagina, no soy inteligente, la mitad de los chistes no los pillo, tengo un humor básico de "dos tontos muy tontos", a veces tardo 10 minutos en entender el sentido de una conversación, sigo siendo un precipitado, ignoro más que cualquier estudiante serio de bachillerato, tengo buenas notas porque mi carrera es fácil (excepto cuando mandan trabajos...).
No digo que sea un absoluto desastre, solo en parte, ya que la diferencia en el mundo no es entre la gente que es algo y la que no es nada, sino entre la gente que suda por avanzar y los conformistas.

En resumen, esta reflexión solo significa que las apariencias no tienen porqué ser premeditadas. De hecho, nos creemos muchas cosas que no somos simplemente porque nos lo dicen y repiten, y eso que nos dicen, nos gustaría serlo. Seamos sinceros. Buen verano!